Dune – Frank Herbert

En preparación para el estreno de la nueva versión de Dune que salió en octubre de 2021, había decidido revisitar el libro (¡que es lo que habría que hacer SIEMPRE!) y también la adaptación de 1984 de David Lynch. Y después quizás animarme con el documental de 2013 sobre el proyecto surrealista que intentó Alejandro Jodorowsky.

La idea era escribir una (maomeno) breve reseña de Dune, quizás incluyendo algunos comentarios sobre el contraste con la película. Pero claro, entre abordar una obra tan seminal de la Ciencia Ficción y que no sé no enrollarme, la supuestamente breve reseña rápidamente adquirió unas proporciones de gusano de arena.

Siguiendo la línea del libro, surgían ideas dentro de ideas de otras ideas, que apuntaban a temas dentro de temas de otros temas y engendraban artículos dentro de artículos de otros artículos, y al final no quedó más remedio que dividirlo todo en varias partes.

Así que este es el primero de varios (al menos tres, posiblemente cuatro, quizás más, ¿Quién sabe? Yo no, desde luego) artículos centrados (mayormente) en el Dune de Frank Herbert:

  • En los tres primeros analizaremos el libro, dividiéndolo en las partes que me gustan (“Lo Bueno”), las que no me acaban de convencer del todo (“Lo Feo”) y las que definitivamente no me gustan (“Lo Malo”)
  • En el cuarto hablaremos de los diversos saltos de Dune a la pantalla
  • A estas alturas ya deberíamos estar todos hasta las pelotas del tema, pero nunca se sabe, mejor no descartar nada.

En fin, hay mucha tela que cortar, así que vamos a ello.

Dune. Parte 1 – Lo Bueno

El mayor elogio que se puede dar a un autor es decir que su trabajo despierta posibilidades de pensamientos y sentimientos inesperados.

Timothy O’Reilly – Frank Herbert, The Maker of Dune: insights of a master of science fiction

De Fantasía-en-el-Espacio a Ciencia-Ficción

Tanto la Ciencia-Ficción como la Fantasía resultan fascinantes porque ambas nos transportan a mundos llenos de maravillas que nunca habíamos contemplado. Y es que, como expresó AC Clarke perfectamente mediante su Tercera Ley “Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”. Peeero la gran diferencia entre Ciencia Ficción y Fantasía es que la CF debería estar basada en exactamente las mismas reglas y leyes que se aplican en nuestro mundo, de ahí lo de Ciencia. Y justamente esto es lo que más me atrae del género, porque significa que realmente existe una posibilidad, por muy remota que pueda ser, de que las cosas increíbles que uno descubre en el libro podrían concebiblemente llegar a hacerse realidad en algún momento. Es el mismo motivo por el cual a todo el mundo[1] le fascinan los dinosaurios; porque sabemos que realmente existieron.

En mi caso, Dune ocupa un lugar muy especial en mi corazón porque fue el libro que me enseñó que hacer que una historia resulte creíble es responsabilidad del autor. Este fue el primer libro de ficción de escala épica con el que me crucé que se tomó la molestia de ofrecer explicaciones que ayudaban a sumergirse en la historia, en lugar de endosarle ese trabajo al lector. En el transcurso de Dune, mi concepto de la CF pasó de una pantomima cursi y teatral como Flash Gordon, tipo El-Llanero-Solitario-pero-en-el-espacio, a un rollo mucho más Señordelosanillesco: me encontré en mitad de un mundo (en este caso, un universo) en el que realmente uno podía perderse porque estaba tan bien pensado que todo resultaba coherente y por tanto creíble. Desde entonces, mi tolerancia hacia la mala narrativa ha ido cayendo progresivamente, porque cuando un libro me resulta ridículo o inconsistente eso me refleja descuido, vagancia o incapacidad del autor , y si él no se ha tomado su trabajo en serio no veo por qué habría de hacerlo yo.

Por contra, Dune nos da todos los detalles necesarios sobre el entorno, la historia y la organización del universo, para que comprendamos por qué las cosas son como son. Crear todo este canon requiere un montón de trabajo ingrato por parte del autor, como elaborar un trasfondo, idiomas, culturas, tradiciones, canciones, etc, que a menudo ni siquiera llegamos a ver directamente en el libro final (en el caso de Dune, gran parte de este material se puso en los apéndices), pero que sin embargo resulta en un mundo muchísimo más creíble, porque parte de ese canon se filtra e impregna la historia, afectando la forma en la que se comportan los personajes y se entreteje la trama[2]. Estos pequeños detalles son los que constituyen la fórmula mágica que permite al lector sumergirse en un mundo ficticio, en lugar de que el flujo de la historia se vea constantemente interrumpido por frenazos de incredulidad insuspendible.

Esto resulta aún más impactante cuando el autor busca ofrecer explicaciones razonables para la existencia de conceptos completamente innovadores y con consecuencias de muy amplio alcance, como las Bene Gesserit, los Mentats, una corporación galáctica operada como un imperio feudal, escudos protectores que detienen rayos láser, etc.

Por ejemplo, un elemento minúsculo del libro, una línea que casi podríamos descartar entre más de 600 páginas, pero que la mayoría de las críticas de Dune mencionan y que obsesiona a los fans, es que Herbert se tomó el tiempo de inventar la Yihad Butleriana para explicar por qué en su universo no había superordenadores/superrobots. Incluso se molestó en darle un nombre, porque pues claro que las sociedades siempre ponen nombres a las guerras y otros eventos importantes (a esto me refiero con lo de que los pequeños detalles son lo que dan vida a la historia. Pero ya hablaremos de poner nombres más adelante). Recordemos que este libro es de principios de los 60, mucho antes de que nadie, aparte de unos pocos autores de CF (p.e. Asimov en historias como Razón[3] y Clarke en 2001[4]), tuviese en mente la noción de la IA, mientras que hoy en día es básicamente la primera cuestión que debemos abordar al contemplar el futuro. Al mismo tiempo, la Yihad Butleriana también proporciona un motivo muy elegante para que los humanos optasen por desarrollar su propio potencial, dando lugar a las Bene Gesserit, los Mentats, etcétera, en lugar de depender de las máquinas para todo.

“Hubo un tiempo en que los hombres dejaron la tarea de pensar en manos de las máquinas, con la esperanza de que esto les haría libres. Pero lo único que facilitó fue que otros hombres con máquinas les esclavizaran”

“‘No construirás una máquina a semejanza de la mente de un hombre” citó Paul.

[…] “La Gran Revolución nos libró de nuestras muletas […] forzó a las mentes humanas a desarrollarse. Se fundaron escuelas para adiestrar los talentos humanos.”

Lo patético interesante de esta cuestión es que muchas de las obras que están claramente inspiradas en Dune (*ejem* Star Wars *ejem*) también plagiaron adaptaron esos elementos clave, pero después no se molestan en dar ninguna explicación, por lo que acaban resultando ridículos, en lugar de fantásticos. Veamos dos cagadas ejemplos de Star Wars:

  • Primero, ya que hemos hablado de la Yihad Butleriana: sí, es el futuro y hay androides superavanzados capaces de hackear cualquier ordenador o hablar millones de idiomas, pero ese es el ÚNICO impacto que tienen sobre la sociedad, el resto del universo sigue siendo básicamente la Tierra de los 70. Y olvidémonos de Boston Dynamics, esos mismos androides tan avanzados son o bien una Roomba o se mueven como un tío haciendo break-dance imitando a un robot.
  • Segundo, ya que hemos hablando de usar espadas: sí, es el futuro y hay pistolas láser, pero los mongoloides Jedi prefieren emplear armas blancas, porque son “un arma más elegante para una era más civilizada” (¿alguien me puede explicar qué cojones significa eso?). Personalmente, mi escena favorita en toda la trilogía de la precuela es la batalla en el coliseo, donde se restablece la cordura cuando a los retromongos Jedi se los cargan otros retromongos normales con pistolas. ¡Amos no me jodas! En inglés, se usa literalmente «ir a un tiroteo con una navaja» como un cliché de estupidez.
Cagado la habeis…

Bueno, vamos a dejar de dar cera a Star Wars durante un ratito. Todavía no hemos terminado, pero seguiremos en la siguiente sección.

Un “Chico Especial” especial

Otro elemento muy importante que Herbert no utilizó de forma vaga es la habitual figura de El Elegido.

Paul no solo es el resultado final de noventa generaciones de un programa de reproducción genética diseñado para producir al Kwistaz Haderach (si te estás preguntando cuantos años requeriría esto, te lo digo porque como buen friki lo he calculado: unos 2500), y por lo tanto ya muy bien encaminado hacia ser la peta caneta desde el momento que nació, pero es que encima le entrenan durante toda su vida los mejores expertos del universo; liderazgo de Leto, estrategia militar de Gurney y Duncan, formación Mentat de Thufir, control Bene Gesserit sobre sí mismo y los demás de Jessica y lo que quiera que aportase Yueh (¿Traición? ¿Hijoputismo?). Con lo cual, pues claro que es Especial. Ya puede ser Especial porque, literalmente, no podríamos encontrar a nadie más especial en todo el universo. Y por si eso no fuese suficiente, sus capacidades se ven aumentadas por la especia melange y todo ello le permite ser el primer hombre en sobrevivir al Agua de la Vida y alcanzar el nivel final de megacrack Super Saiyan.

Normal que se convierta en un Superhéroe, sería como producir un niño probeta a lo Capitán América, después entrenarle como a Viuda Negra y rematarlo con rayos gamma para convertirle en Hulk. Lo dicho; megacrack.

Por el contrario, al igual que vimos en los ejemplos anteriores, comparemos la labor de Herbert, molestándose en crear un Superhéroe realista, con lo que generalmente vemos hoy en día en los medios. Los actuales Elegidos carecen por completo de todo este trasfondo que les da sentido. En lugar de eso, la mayoría de las historia modernas (irónicamente, muchas de ellas resultado de la influencia de Dune, lo sepan o no) nos muestran protagonistas ridículamente jóvenes que se convierten en héroes o incluso Superhéroes, pero olvidando por completo ofrecer una razón coherente para ello. O simplemente ALGUNA razón.

¿Pero esta gente ha visto alguna vez a un joven? ¡Joder, es de lejos la etapa de la vida menos probable para que alguien se convierta en un héroe! Y aun así, esperan que aceptemos que esos personajes mágicamente resultan ser fenómenos de la naturaleza en lugar de niñatos egocéntricos, borrachos de hormonas. Y no solamente eso, sino que además también tienen la madurez y moralidad necesarias como para utilizar su gran poder con responsabilidad[5]. Es tan completamente absurdo que claro que la incredulidad se niega a suspenderse sumisamente. En lugar de ello te agarra por la pechera y te grita en la cara “¡Esto es completamente ridículo! ¡Nada en toda la vida de ese adolescente le ha preparado para lidiar con ninguna situación extrema!” (aparte de ser el protagonista, claro). Para empeorarlo aún más, en general suelen ir acompañados de (o derrotan a) otro personajes que SÍ han entrenado todas sus vidas para cumplir la misión, pero que cuando llega el momento de la verdad no están a la altura por algún motivo absurdo, como una falta de mierdaclorianos o una cicatriz con la forma adecuada. O por ningún motivo en absoluto, como los cretinos de los Juegos del Hambre y Ready Player One: “Eh mira, este adolescente del montón sabe tirar con arco/se ha leído la Wikipedia, ¿quién mejor para liderar una revolución y derribar la estructura social del mundo entero…?” Es completamente absurdo. Y por lo tanto, naturalmente, en cuanto uno se fija en estos supuestos héroes se da cuenta de que lo único especial que tienen es… ser los Chicos Especiales. Nos ha jodido que si son los Elegidos… ¡elegidos por el autor![6]

Pero bueno, supongo que eso es exactamente lo que hace que estos personajes resulten atractivos para el público más joven; les venden el engaño de que cualquiera puede simplemente convertirse en la persona más superespecial de toda la historia y cambiar el mundo, ya que por lo visto el ÚNICO requisito es tener un poco de suerte. O qué leches, ni siquiera suerte, basta con hacer como N-E-O y escoger un apodo que literalmente diga que eres the O-N-E, «el elegido» (ya, en español no funciona igual de bien).

Y puesto que estamos con nombres y significados, Herbert también se molestó en escoger nombres buenísimos, y eso nos lleva al siguiente punto extraordinario de este libro.

Un mundo con cualquier otro nombre

Antes de empezar, debo decir que la versión en castellano que he encontrado (Debolsillo, ISBN: 9788497596824, traducción, pésima, de Domingo Santos) tiene una de las traducciones más PATÉTICAS que he visto jamás. No sé cómo no les da vergüenza publicar ese truño, debe ser que iban con prisa y nadie lo revisó. Sinceramente, espero que existan otras versiones, de lo contrario el mundo de habla hispana se está perdiendo un libro magnífico. En fin, vamos con lo nuestro que si no ya me veo que me caliento…

Cualquiera que haya jugado al Dungeons & Dragons (o a algún otro juego de rol) conocerá el concepto de una ficha de personaje. Cada jugador tiene una de estas fichas para darle una idea general de las fortalezas y debilidades de su personaje, mediante puntuaciones para diferentes atributos.

Muchos autores de ficción emplean fichas de personaje similares al crear los personajes de sus obras, puesto que esto les ayuda a dar sustancia a los individuos y también a mantener la congruencia a lo largo de la historia.

Pero esto es un meta-concepto que también se puede aplicar a los propios autores. Porque resulta que escribir no requiere de un solo talento, sino de todo un conjunto, como el inventar entornos, acción, personajes, dialogo, ritmo, descripciones y un largo etcétera. Cada autor tiene una puntuación diferente para cada capacidad, y su combinación concreta es lo que produce su estilo personal.

Un talento muy específico en el ámbito de la creatividad es el de Poner Nombres.

Quizás una rosa con cualquier otro nombre olería igual de dulce, pero desde luego no sonaría igual de bonito porque, independientemente de lo que dijese el Bardo, todos sabemos que los nombres tienen mucha influencia[7]. Tanto es así, que el poder que concede sobre alguien conocer su nombre verdadero es un tópico recurrente en las obras de ficción, como podemos ver en La Historia Interminable, Harry Potter, Death Note, Las Crónicas de Belgarath, Las Crónicas de Prydain, y esas solo son las primeras que me vienen a la cabeza.

De hecho, el poder de los nombres no solo existe dentro de las historias, sino también en torno a ellas. En otro meta-giro, muchos autores buscan salvaguardar su verdadero nombre adoptando pseudónimos:

  • Michael Crichton = John Lange
  • Samuel Langhorne Clemens = Mark Twain
  • Charles Dodgson = Lewis Carroll
  • Stephen King = Richard Bachman
  • Joanne Rowling = Robert Galbraith
  • ??? = Elena Ferrante

Y este fenómeno no es exclusivo de los escritores, también lo vemos en las demás artes:

ActoresPintoresMúsicos
Archibald Alec Leach = Cary Grant
Norma Jeane Mortenson = Marilyn Monroe
Margarita Carmen Cansino = Rita Hayworth
Allen Konigsberg = Woody Allen
Natalie Herschlag = Natalie Portman
Maurice Micklewhite = Michael Caine  
Jacopo Robusti = Tintoretto
Michelangelo Merisi = Caravaggio
Domḗnikos Theotokópoulos = El Greco
Tokitarō = Hokusai (+30 nombres más)
??? = Banksy  
Reginald Kenneth Dwight = Elton John
Robert Allen Zimmerman = Bob Dylan
Paul David Hewson = Bono
Stefani Joanne Angelina Germanotta = Lady Gaga
Georgios Kyriacos Panayiotou = George Michael

Y por supuesto todos y cada uno de los raperos del mundo.

¡Incluso los ficticios!

Pero mira la carita que pone el pobre… se quiere morir…

Pero el poder de los nombres no se limita únicamente a las personas, sino que afecta a todo aquello que tenga un nombre, y ese es el motivo por el cual este talento cobra aún más importancia en las obras de ficción. Cuando un autor construye toda una nueva realidad, como ocurre en la CF y la fantasía, el lector quiere comprender cómo funciona ese mundo. Cuanto más diferente del nuestro sea, más difícil le resultará al lector orientarse y comprender el quien, qué y dónde de cada cosa. Aquí es donde el talento para poner nombres puede obrar milagros, porque a veces construir un mundo tan solo requiere de algo tan sencillo y elegante como construir una palabra.

Por ejemplo, el autor puede ahorrarse un montón de trabajo y no interrumpir el ritmo de la narrativa  a base de dar con un nombre que permita saltarse explicaciones detalladas, porque nos dice instantáneamente todo lo que necesitamos saber. Esto podría hacerse a base de inventar un nuevo término o palabra compuesta, como hizo Herbert con cazador-buscador, amplificador de dolor, destiltraje, ornitóptero o tanque axolotl (en las secuelas de Dune).

En otras ocasiones podría consistir en utilizar o adaptar una palabra de un idioma extranjero real con las asociaciones adecuadas, como los numerosos términos árabes de Dune, que resultan ideales para los Fremen porque los asociamos naturalmente con una cultura del desierto, como es el caso de Shai-Hulud (ser eterno), Fedaykin (los Feda’yin son guerrilleros) o Muad D’ib (Mu’adib es un maestro o tutor). Además Herbert también tomó Arrakis del nombre árabe de la estrella real Mu Draconis A.

Aparte, Dune contiene términos de navajo, latín, chakobsa, nahuatl, griego, persa, indio, ruso, turco, finlandés e inglés antiguo.

Y por supuesto, si el autor no consigue inventar un término compuesto ideal o dar con la palabra extranjera adecuada, siempre puede recurrir a sacarse una de la chistera. Quizás esta sea la mejor expresión del talento para poner nombres y a menudo acaba siendo la idea principal del libro con la que se queda el público[8], porque un buen nombre transmite mucha información por sí solo. A veces es simplemente una cuestión de que los sonidos evocan asociaciones subconscientes. Piénsalo, no te hace falta haber leído ni una sola página de El Señor de los Anillos para saber de forma instintiva que MORRRDORRR no es un buen sitio para salir a pasear de noche[9].

Para mí, Herbert era un nombrador fantástico y lo que más me gusta de su estilo en particular es que no tenía apego por ninguna fórmula específica. En lugar de eso, utilizó lo que mejor se adaptase a su propósito en cada situación. Ya hemos mencionado como adaptó varios términos para facilitar la narrativa, pero también los que se inventó él mismo, por lo general, son bastante buenos, como baliset, semuta, Corrino o shadout, y en algunos casos excelentes, como Feyd-Rautha, Sardaukar, Mentat, Madre Reverenda Gaius Helen Mohiam o Irulan (aunque en inglés sea un anagrama de urinal [orinal] y ahora que lo has leído no podrás evitar reírte cada vez que lo leas/escuches)[10].

Es más, se requiere un talento innegable, incluso genio, para lograr sinergizar dos palabras normales ya existentes, combinándolas en un nuevo término que suena infinitamente mejor que cualquiera de ellas por separado, y no hay mejor ejemplo que Duncan Idaho, que obviamente es un tipo duro, estilo cowboy, y me apuesto el Arca de la Alianza a que inspiró el nombre de Indiana Jones. Por cierto, esta es la razón por la que no me gustó al tío que escogieron en el Dune de David Lynch, porque me esperaba ver a alguien que personificara ese nombre igual de bien que Indiana Jones, y en lugar de eso nos encontramos a un tío pálido, repeinado y limpito, con cara de pijo que no ha roto un plato en su vida. Solo le faltaban los náuticos sin calcetines. Pero ahora no nos vamos a poner a darle cera al estropicio de Lynch, eso ya lo hemos hecho en otro artículo [LINK en breve].

Como hemos dicho, Herbert no fue vago y se tomó el tiempo necesario para investigar un montón y probar diferentes enfoques hasta que logró el resultado perfecto y esto lo podemos ver muy claramente en muchos de los nombres que escogió. No necesitamos saber nada acerca de su historia para apreciarlos, porque simplemente suenan fantásticamente bien por sí solos y su significado no resulta esencial para la historia. Pero lo bueno es que si nos tomamos la molestia de frikear un poco más (y para eso siempre hay tiempo), añaden una nueva capa de significado. Por ejemplo, Bene Gesserit en latín significa “será bien hecho/gestionado/realizado” y Kwisatz Haderach viene del hebreo Kefitzat Haderech que significa “acortamiento del camino” o “salto adelante”. Pero me vais a permitir que os dé el MEJOR ejemplo posible, y espero que sintais la misma satisfacción que sentí yo cuando lo descubrí:

Herbert escogió el nombre de Atreides para su personaje principal y ese nombre es TAN bueno que se convierte en un clásico instantáneamente desde el primer momento que uno lo lee. Es un verdadero placer pronunciar ese ATRRR para a continuación fundirlo y diluirlo en la suavidad del DESSS, que a uno le apetece prolongar hasta quedarse sin aliento. Pero Herbert no escogió ese nombre únicamente por lo fantásticamente bien que suena, sino que estaba buscando un nombre que diese al Clan “un sentido de aristocracia monumental, pero rodeado de un aura de tragedia” y Atreides es el nombre de la estirpe de Agamenon, de la Ilíada, que definitivamente encaja en ese papel.

Pero espera, que eso no es todo.

Atreides viene del padre de Agamenón, el Rey Atreo de Micenas, en la Antigua Grecia. Y resulta que la cultura micénica a menudo sacrificaba toros para los dioses, puesto que se creía que su sangre regeneraba a los muertos. Pues bien, en el libro leemos varias veces que al padre del Duque Leto lo mató un toro, cuya cabeza está colgada en el gran salón de la familia, y en cuyos cuernos se puede ver preservada la sangre del Viejo Duque.

Pero espera, que esto se pone aún mejor.

El Clan Atreides mantiene una larga rivalidad con el Clan Harkonnen. Una vez más, he aquí un nombre fantástico. Al igual que en el caso de MORRRDORRR, no nos hace falta haber leído Dune par simplemente saber que el BARON VLADIMIRRR HARRRKONEN acojona y además hace trampas al mus. Y una vez más, ese nombre no fue escogido solamente por lo bien que suena; ese nombre es una adaptación del apellido finlandés Härkönen, que a su vez viene de härkä, que en finlandés quiere decir toro.

Joder, me ENCANTA que el tío se liase hasta el punto de llegar a buscar a) nombres fantásticos que b) tuviesen un significado más profundo ¡y que después ni siquiera se molestase en decirlo de forma explícita en el libro!

Y por si acaso estás pensando que Herbert no se metió en ese berenjenal, que es simplemente una coincidencia y le estoy buscando tres pies al gato, pues piensa otra vez, porque aunque no lo dijese explícitamente, sí que dejó una pista (hoy en día lo llamaríamos un Huevo de Pascua):

Doble sentido… doble sentido, pensó el Barón.

Alzó la vista hacia los nuevos talismanes que flanqueaban la salida de aquella sala – la cabeza de toro montada sobre la placa de madera y el retrato al óleo del Viejo Duque Atreides, el padre del difunto Duque Leto.

En realidad, podríamos ir aún más lejos si nos ponemos a mirar sus títulos nobiliarios, puesto que Duque viene de dux, que es «líder» en latín, mientras que Barón viene de baro, que es «mercenario» en latín, pero eso sí que ya sería pasarse… En cualquier caso, el uso de títulos honoríficos antiguos es otra decisión que funciona muy bien, a pesar de estar en un universo a muchas galaxias y milenios de la Tierra, por el sencillo motivo de que esos títulos añaden una dignidad que algo como “Vicepresidente de CHOAM” simplemente no transmite, y al mismo tiempo justifica el hecho de que el poder sea heredado y explica por qué Paul ha sido entrenado desde niño para convertirse en un digno líder.

Por lo general, en Dune hay muy pocos nombres o combinaciones que no me gusten, ya sea por el sonido o porque no me encajan con lo que describen, como Extraño Arte, martilleadores, Jamis, el Wellington antes de Yueh, el Gurney antes de Halleck y todo Thufir Hawat.


Y ya que hemos empezado a hablar de cosas que no me encantan en el libro, este es un buen momento para terminar este artículo y pasar al siguiente, donde veremos aspectos de Dune que no son tan maravillosos.


Notas al Pie

[1] Soy consciente de que existe gente a quien no le gustan los dinosaurios. Yo no me trato con esa gente.

[2] Hemingway pensaba que un autor podía omitir todo lo que quisiese, siempre y cuando ÉL supiese lo que estaba omitiendo, y también que la parte omitida reforzase la historia e hiciese que el lector sintiese algo más de lo que comprendía.

[3] “Mírense” dijo finalmente. “No lo digo con espíritu de desprecio, pero ¡fíjense bien! Están hechos de un material flojo y blando, sin ninguna resistencia, dependen de la energía que proporciona la oxidación ineficiente de material orgánico […] Periódicamente caen en coma y la menor variación de temperatura, presión del aire, humedad o radiación afecta su eficiencia. Son un producto improvisado. Yo, por el contrario, soy un producto perfeccionado. Absorbo energía eléctrica de forma directa y la utilizo con una eficiencia de casi el 100%. Estoy compuesto de metal duro, estoy consciente en todo momento y puedo soportar entornos extremos con toda facilidad.”

[4] “Abre la puerta de la cámara, HAL”
“Lo siento, Dave. Eso no me es posible”
“¿Qué te lo impide?”
“Usted sabe tan bien como yo, qué es lo que me lo impide”
“¿De qué estás hablando, HAL?”
“Esta misión es demasiado importante para mí. No puedo permitir que la ponga en peligro”
“No acabo de entender a qué te refieres, HAL”
“Sé que usted y Frank estaban planeando desconectarme, y eso es algo que no puedo permitir”

[5] Si, Spiderman es uno de los rarísimos ejemplos de un superhéroe creíble (y recordemos, de los 60) porque aunque el accidente le dio superpoderes, Peter siguió actuando como cualquier adolescente normal, es decir, como un supergilipollas. Fue únicamente más tarde, después de sufrir el trauma del asesinato del Tío Ben, y este es el punto clave, que fue su culpa por haber sido un niñato egoísta, cuando se dio cuenta de las consecuencias de sus acciones y decidió convertirse en un superhéroe. Joder se me pone la carne de gallina…

[6] El único autor que recuerdo ahora mismo que se lo toma con humor y reconoce esta realidad es Neal Stephenson en Snow Crash, al llamar a su personaje Hiro Protagonist.

[7] De hecho, es muy probable que el propio Shakespeare también lo supiese, ya que hay una polémica acerca de si él fue realmente el autor de las obras que se le atribuyen o si fue otra persona bajo una tapadera. ¿Quizás se refería precisamente a esto con aquella famosa línea?

[8] ¡Y de hecho a veces puede ser lo ÚNICO que se aproveche de un libro! Ahí tenemos los ejemplos de Starship Troopers y Blade Runner, de los que se compraron los derechos únicamente para utilizar el título.

[9] Como dijimos antes, cada autor tiene un grado diferente de cada talento posible y, a la hora de poner nombres, Tolkien es simplemente el puto amo, the GoAT. Hay muchos otros nombradores extraordinarios, como Weis y Hickman, algunos mediocres, como Asimov y Clarke, y algunos desastrosos, como Gaiman y Eddings, pero no nos vamos a poner con eso ahora (si quieres leer más sobre ello, tenemos otro artículo dedicado enteramente a ese tema [LINK en breve].

[10] Por lo que he podido investigar, todos estos son de su propia cosecha, pero si no es así, favor de corregirme.


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